CARLOS BANCAYÁN LLONTOP 
                        (  PERÚ )     | 
                       | 
                     
                   
                    
                  Carlos  Bancayán Lontop (1943),  
                    
                  É  poeta, narrador, conferencista e cronista  cultural, nascido em Chiclayo-Peru.  
                    É vencedor em diversos eventos literários como: Juegos Florales  Universidad de Lambayeque (poesia, 1965),  bem como no concurso  Jovem Poeta de Chiclayo (1966).  
Também foi  premiado no gênero narrativo, no concurso organizado pelo “Sindicato de  Escritores e Artistas Lambayecanos” . Atualmente pertence à  "Associação de Escritores Lambayecanos" e à "Casa del Poeta  Peruano". 
                  Fonte:  https://www-geocities-ws.translate.goog/ 
                    
                  TEXTOS  EN ESPAÑOL  -  TEXTOS EM PORTUGUÊS  
                    
                    
                  
                    
                      
                          | 
                       
                    
                   
                  BENDITO SEA TU CUERPO. Resumen del 1er Concurso Mundial  de Poesia Erótica – Perú, 2007.  Compilador: José Guillermo Vargas. Lima, Peru:  Ediciones Ventana Andina, 2008.  358  p.   15 x 21 cm.  No. 10 735                       Ex. biblioteca de  Antonio Miranda 
                     
                     
                     
                    ENDIABRANDO  
   
                      Mujer, 
                        tu aroma está inscrito en el rojo 
                        de la hiedra 
                        y tu cabelo ondula 
                        sobre la verde profundidad de mar. 
                        Embridas la quietud 
                        del amarillo viento 
                        y desde niña acaricias 
                        el blanco de la noche. 
   
                        Pues me llevas en el follaje del  susurro 
                        tornaste encarnado el azulado  lecho. 
   
                        Cuando acaricias tu color  preferido es el 
                        violeta del cosmos 
                        pero siempre tu presencia es ocre  y fresca 
                        como jugosa naranja. 
   
                        Mujer, 
                        la oreja de tu cabeza ha sido  hecha 
                        del tamaño del hueco que hay en mi  hombro 
                        y tu alma insaciable 
                        del tamaño exacto de mis ansias. 
   
                        Cada noche de las más tersas  estrellas 
                        acaricio  el resuello de tu carne turgente 
                        y saboreo la miel de tus labios de  lúpulo. 
   
                        El olor de tu cuerpo me embrida  hasta 
                        las crines del más blanco Pegaso… 
   
                        porque es largo el retozo y dulce  tu impaciencia 
                        hasta que colmo el turbulento  rocío del orgasmo… 
   
                        Eros se despereza 
                        cuando el gallo 
                        anuncia nuevamente la tibia aurora 
                        de tu cuerpo. 
   
   
                        TULIPAN ABIERTO  
   
                          Criatura difusa 
                            de pelo marron y larga piernas  tibias; 
                            muchacha melodiosa, 
                            piel de durazno y boca pecadora. 
                            Quien pudiera olisquear tu pubis  de orquídea 
                            para beber en él la música de  Chopin 
                            mientras bailamos encendidos el  onda-onda 
                            y sentimos en la comba del vientre 
                            algo así como el cosquilleo de una  espada de plata. 
   
                            He de llegar de pronto has tus  promontorios. 
                            He de beber sediento tus pechos de  amapola. 
                            He de arrancar tus últimos  insistentes pudores. 
                            He de paladear suavemente tu  montículo 
                            (tan escaso de vellos!, he ahí su  encanto). 
   
                            Pasear sabiamente las yemas de mis  dedos 
                            por tus pequeños pezones de cardo 
   
                            ¡ah, entonces, tus ojillos de  pájaro! 
                            ¡ah, entonces, tus gemidos de  cierva! 
                            ¡ah, entonces, tu olor a  madreselva! 
   
                            Te pido que voltes 
                            para contemplar tus nalgas  frambuesa 
                            que pellizco muy rápido —suspiros,  jadeos, 
                            ojos entrecerrados—. Pides, y ello  me gusta: 
                            ¡así!, ¡así! ¡más, más! Tu  excitación es un 
                            tulipán abierto 
                            para mi falo furibundo 
                            domeñado ya empero… 
                            pues el ritual del amor es sabiduría 
                            del goce, saunación del cuerpo… 
   
                            Suspensión momentánea del tiempo. 
   
   
EN EL MAR 
   
                               ¿Recuerdas cuando íbamos a la playa 
                                y tu después de encandilar al mismo  sol 
                                con tu cuerpo de  diosa 
                                insistías en ponerte un gorro  plástico 
                                color blanco, para proteger tus  cabellos 
                                de la sal, me decías?: 
   
                                Jamás he visto conchas marinas más  graciosas 
                                y lindas 
                                tus rosadas orejitas 
                                cuando las mordisqueaba juguetón,  haciendo que 
                                (las entibiaba.  
                                 
                                La comba de las olas remedaba  sensual 
                                en su movimiento ondulante 
                                la curva perecta de tus nalgas 
                                y el océano entero adquiría la  tibieza coralina 
                                de tu cuerpo de corza. 
                                 
                                Todas las sirenas de Ulises  enmudecían al oír 
                                los trinos de tu risa  cuando yo al comienzo 
                                te perseguía  salpicando de agua 
                                tu silueta de  yegua joven y briosa. 
   
   
                                Otra de mis manías era morder tus  rosados teloncitos 
                                por debajo del agua 
                                sujetándote por las rodillas cuando  el mar era 
                                encimado y manso. 
   
                                Entonces tú reías y la espuma  blanca de las olas 
                                se deslizaba lúbrica 
                                por entre tus pechos de naranjas  maduras (y jugosas. 
                                Luego nadábamos mar adentro y yo te  dejaba  
                                [adelantarme 
                                para luego alcanzarte y “salvarte”  porque 
                                te estabas “ahogando”. 
   
                                Mas era yo el que ahogaba mis ansias,  y era mi 
                                falo el que sufría apresado pero  terco y viril 
                                como el asta del Cid 
                                Campeador, preparándose para el  embate que 
                                luego se produciría. 
                                 
                                Era cuando salíamos jadeantes pero  risueños, te 
                                sacabas el gorro y sacudías con  gracia tu cabecita. 
   
                                Entonces el sol reía al reflejarse  en tus castaños 
                                rizos de niña aún 
                                y yo secaba tu cuerpo, y tendíamos  una gran toalla roja 
                                sobre la arena tibia y solitaria. 
   
                                Era cuando te despojabas de tu  bikini 
                                cuando yo te tomaba por asalto 
                                y tu te resistías juguetona 
                                pero luego, golosa, rodabas conmigo  y recibías mis 
                                suaves mordiscos de lobo enfebrecido 
                                que se domeñaba empero para que tú sintieras  lenta, 
                                largamente 
                                aquellos besos húmedos 
                                que con lengua salada aplicaba en tu  cuerpo 
                                núbil y desnudo. 
   
                                La tarde, las arenas de todos los  ocasos, 
                                las tibias entrañas de todos los  peces, 
                                desde mucho antes de Romeo,  Cleopatra y Ulises 
                                se condensaban entonces en tu boca 
                                y era largo… largo… el roce de nuestra  piel 
                                mientras cumplíamos el rito sagrado y 
                                ondulante del amor… 
   
                                Aun el mismo Eros nos envidiaba  entonces 
                                y hasta el mismo Sol se cubría  púdicamente 
                                con un manto  de nubes… 
   
                                El rumor eterno del mar hacía coro 
                                a tus rítmicos gritos y jadeos 
                                de potra  en celo enamorada… 
                                 
   
  
                                         TEXTOS EM PORTUGUÊS  
                                           Tradução de ANTONIO  MIRANDA  
                    
                  ENDIABRANDO  
                     
                    Mulher, 
                      teu aroma está inscrito no rubro 
                      da hera 
                      e teu cabelo ondula 
                      sobre a verde profundidade do mar. 
                      Embridas a quietude 
                      do amarelo vento 
                      e desde menina acaricias 
                      o branco da noite. 
   
                      Pois me levas na folhagem do sussurro 
                      tornaste encarnado o azulado leito. 
   
                      Quando acaricias tua cor preferida é o 
                      violeta do cosmos 
                      mas sempre tua presença é ocre e  fresca 
                      como suculenta laranja. 
   
                      Mulher, 
                      a orelha de tua cabeça foi feita 
                      do tamanho do buraco que existe em  meu ombro 
                      e tua alma insaciável        
                      do tamanho exato de meu desejo. 
   
                      Cada noite das mais suaves  estrelas 
                      acaricio  o chiado de tua carne turgida 
                  e saboreio o mel de teus lábios de  lúpulo. 
                   
                    O odor de teu corpo me engata até        
                    as crinas do mais branco Pegaso… 
   
                    porque é longo o triscar e doce tua  impaciência 
                    até exceder o turbulento orvalho do  orgasmo… 
   
                    Eros se afrouxa 
                    quando o galo 
                    anuncia novamente a tíbia aurora 
                  de teu corpo. 
                    
                  TULIPA ABIERTA  
                     
                    Criatura difusa 
                      de pele marrom e larga pernas mornas; 
                      garota melodiosa, 
                      pele de pêssego e boca pecadora. 
                      Quem pudera farejar tua púbis de  orquídea 
                      para beber nela a música de Chopin 
                      enquanto bailamos acesos a  onda-onda 
                      e sentimos na curvatura do ventre 
                      algo assim como as cócegas de uma  espada de prata. 
   
                      Hei de chegar de repente aos teus  promontórios. 
                      Hei de beber sedento teus peitos  de amapola. 
                      Hei de arrancar teus últimos  insistentes pudores. 
                      Hei de saborear suavemente teu  monte 
                      (tão escasso de cabelos!, e assim  o seu encanto). 
   
                      Passear sabiamente as gemas de meus  dedos 
                      por teus pequenos mamilos de cardo 
   
                      ah!, então, teus olhinhos de pássaro! 
                      ah!, então, teus olhinhos de traseiro! 
                      ah!, então, teu odor a madressilva! 
   
                      Te peço que voltes 
                      para contemplar tuas nádegas framboesa 
                      que belisco muito rápido —suspiros,  suspiros, 
                      olhos entrecerrados—. Pedes, e isso  me agrada: 
                      assim!, assim! Mais!, mais! Tua  excitação é uma 
                      tulipa aberta 
                      para meu falo furibundo 
                      domesticado entretanto 
                      pois o ritual do amor é  sabedoria 
                      do gozo, sauna do corpo… 
   
                  Suspensão momentânea do tempo. 
                    
                  NO MAR 
                     
                       Recordas quando  íamos à praia 
                        e tu, depois de encantar o próprio  sol 
                        com teu corpo de  deusa 
                        insistias em colocar um gorro  plástico 
                        cor branca, para proteger teus  cabelos 
                        do sal, me dizias? 
   
                        Jamais eu vi conchas marinhas mais  graciosas 
                        e lindas 
                        que tuas rosada orelhas 
                        quando as mordiscava brincando,  fazendo que  
                        (as  aquecia. 
   
                        A  curvatura das ondas imitava sensual 
                        em seu movimento ondulante 
                        a curva perfeita de tuas nádegas 
                        e o oceano inteiro adquiria o  ardor coralino 
                        de teu corpo de corça. 
   
                        Todas as sereias de Ulisses  emudeciam ao ouvir 
                        os trinos de teu riso  quando eu no começo 
                        te perseguia  salpicando de água 
                        a silhueta e  égua jovem e briosa. 
   
                        Outra  de minhas manias era morder teus rosados  
                        [saltos  
                        dentro d´água  
                        sujeitando-te pelos joelhos quando  o mar era 
                        sobreposto e manso. 
   
                        Então tu rias e a espuma branca  das ondas 
                        deslizava lubrificante  
                        por entre teus seios de laranjas  maduras e suculentas. 
                        Depois nadávamos mar adentro e eu  te deixava  
                        adiantar-me 
                        para então alcançar-te e  “salvar-te” porque 
                        tu estavas se “afogando”. 
   
                        Mas era eu quem afogava minhas  ansiedades, e era 
                        meu falo o que sofria apressado  mas teimoso e viril 
                        como o polo do Cid.  
   
                        Campista, preparando-se para o  embate que 
                        logo produziria... 
   
                        Era quando saíamos ofegantes mas  risonhos;  
                        tiravas o gorro e sacudias com  graça tua cabecinha. 
   
                        Então o sol ria ao refletir em  teus castanhos 
                        risos de ainda menina 
                        e eu secava teu corpo, e  estendíamos uma grande 
                        toalha  rubra 
                        sobre  a areia tíbia e solitária. 
   
                        Era quando te desvestias de teu  breve biquini 
                        quando eu te agarrava de assalto 
                        e tu resistias brincalhona 
                        para logo, gulosa, rodavas comigo  e recebias minhas 
                        suaves mordidas de lobo febril  
                        que se dominava mas para que tu  sentisses lenta, 
                        longamente 
                        aqueles beijos úmidos 
                        que com língua salgada aplicava em  teu corpo 
                        núbil e desnudo. 
   
                        A tarde, as areias de todos os  ocasos, 
                        as mornas entranhas de todos os peixes 
                        desde muito antes de Romeu,  Cleópatras e Ulisses 
                        se condensavam então em tua boca 
                        e era longo... longo... o roce de  nossa pele 
                        ondulante de amor.;; 
   
                        Ainda o mesmo Eros, nos invejava  então 
                        e até mesmo o Sol se cobria  modestamente 
                        com um manto  de nuvens... 
   
                        O rumor eterno do mar fazia coro 
                        aos teus rítmicos gritos e  suspiros 
                        de potranca com ciúme enamorada.  
   
   
                        *  
                        VEJA e LEIA outros poetas do PERÚ em nosso Portal:  
  http://www.antoniomiranda.com.br/Iberoamerica/peru/peru.html 
Página publicada em maio de 2024  
                  
  |